Líneas y formas para llevar

Si te gusta algo de aquí, puedes usarlo libremente, siempre que no seas una empresa capitalista, alguien que explota la fuerza de trabajo ajena, un represor o un transa que quiere adjudicarse estas líneas callejeras... *

José Kaff

viernes, 20 de noviembre de 2009

Había unas feministas que creían en el Estado (y viceversa)

Había una (y otra vez) unas feministas que creían en el Estado. Qué raro, pero así era. “Este país es una mierda”, dijeron, escribieron, gritaron, y hasta pintaron en las paredes, seguido de consignas diversas que denunciaron el maltrato, la discriminación, la violencia, el abuso, la injusticia hacia las mujeres; en fin, el machismo, el paternalismo y todo eso de lo que Engels hablaba en su tediosa obra que Silvio Rodríguez resignificó en más o menos tres minutos de “nueva canción cubana”. Paro a las feministas no les gusta Engels, ni mucho menos Marx, el abusador de sirvientas.
Bueno, pues nuestras feministas se juntaron y rápidamente elaboraron la Carpeta rosa. Un archivo bien documentado y detalladísimo de casos de todo tipo de violencia hacia las mujeres en ese país de mierda. La llevaron a la tele pero no consiguieron más que unas entrevistas bastante amarillistas y con muy poco contenido de género. “Vea usted cómo en esta pobre casita la desesperación ha llevado al jefe de familia a una violencia inexplicable para cualquiera en sus cinco (sentidos)”, dijo la conductora, mientras en la tele se mostraban las partes más sucias y derruidas de la casita videograbada, y la cara moreteada de una mujer.
Aunque tampoco fue en vano. La noche de la transmisión llamó la diputada Pedraza, para anunciar que en su partido esas “mujeres luchonas y comprometidas de la sociedad civil” tendrían cabida y una respuesta a sus justas demandas. “Yo me comprometo ante este auditorio…” comenzó a decir la diputada antes de que una voz la interrumpiera para avisarle que no estaba “al aire”, que aunque en el programa se dijera que era “en vivo”, éste había sido grabado ayer. “Pero le transmitiremos su mensaje a Las Rosas”, que es como había decidido llamarse el grupo de feministas.
En realidad, había sido sólo una parte de ellas; bueno, sólo dos, que eran las que asistieron a la televisora para aparecer en entrevista. Aparte de doña Petra, quien daría su testimonio, pero ella no contaba, no le preguntaron su opinión cuando hubo que decidir un nombre, justo a punto de empezar la grabación. Y es que no era formalmente miembra de la organización “Las Rosas. Un paso adelante”, que es como finalmente terminaron llamándose, luego de una discusión en asamblea.
Llamaron a Pedraza, pero ella ya no estaba tan segura: “Compañera, esos son temas muy importantes, pero en el partido tenemos otras prioridades”, le había dicho Ortega. “Nos vamos con el Azul”, dijeron las Rosas… Lo que al final motivó una llamada directamente de la secretaria de Ortega.
“Con las leyes que aprobamos hoy”, dijo Pedroza el mismo día en que asumió como presidenta del Congreso, “el Estado recupera la fuerza y el país la dignidad. ¡No más familias desechas por la violencia y la inhumanidad!”, gritó.
Un mes después, don Tacho era encarcelado, acusado de mirar a una mujer en el metro. Don Tacho llegó a la delegación con el cargo de resistencia ante la autoridad, por negarse a entregar sus cd de música pirata, y por alborotar. Lo detuvieron porque se negó a dar “mordida” y a entregar su mercancía. Se había puesto a gritar: “que a quién carajos se le ocurría pensar que la música es propiedad de alguien, que la cultura no puede ser patrimonio de nadie, bla, bla, bla, señor juez”, dijo el policía.
Minutos después ya se estaba “careando” con una secretaria que se levantó y dijo que don Tacho la había mirado en el metro, que se asomaba insistentemente sobre el escote y que su mirada era sugerente. Don Tacho no entendía nada, pero fue directito a la cárcel, porque lógicamente no podía pagar la multa que, aprovechando una justificadísima ley impulsada por Pedraza, su partido y las feministas, el ministerio público quiso arrancarle.
No puede relatarse la situación en la que quedaron la madre, la esposa, el hijo y la hija de don Tacho, ni queda espacio suficiente para señalar la violencia estatal y social que significó para estas personas el encarcelamiento del Jefe de familia.


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* Por supuesto, el nombre de este blog está tomado de la famosa obra que Antonio Gramsci escribiera desde una cárcel milanesa hace exactamente ochenta años, y que desde los años setenta ha sido publicada como “Los cuadernos de la cárcel”. Poco se parece la situación italiana del fascismo de los treinta a la del México del bicentenario. Aunque poco no quiere decir nada. Las semejanzas entre Benito y Felipito (por supuesto que no hablo de Don Gato y Mafalda) las encontrará el lector por su cuenta.

Con todo, las líneas que se comparten en este blog fueron realizadas desde la calle y no desde una cárcel. Aunque, efectivamente, pisaron primero algún cuaderno. ¿En libertad? Bueno, la respuesta es relativa y da para más preguntas que afirmaciones: ¿Puede hablarse de libertad en la actualidad, cuando somos vigilados por cámaras “de seguridad” en las tiendas de autoservicio, en el metro, en las calles, en las escuelas y oficinas…; cuando el pensamiento dominante prescribe desconfiar, vigilar, acusar al semejante; cuando los medios de comunicación nos machacan todo el día con el terror y la enajenación; puede hablarse de libertad, en fin, en el capitalismo?

Más de uno ha señalado ya que la democracia liberal lo que vino a legitimar fue precisamente la libertad acotada al dinero. Mientras en el feudalismo el esclavismo y la desigualdad eran legales, en el capitalismo son legítimos con base en el poder económico.

Sin embargo, siempre quedan resquicios para la emancipación. Los cuadernos de la calle pretenden únicamente contribuir con una uñita, como dicen los zapatistas, para rasgar una línea, una forma, en el muro que divide a los de arriba y a los de abajo, en el paredón al que suelen ser condenados aquellos que una y mil veces se rebelan en la historia; ese Muro que un día caerá no como “fin de la Historia” y supuesto triunfo final del capitalismo, sino sobre la cabeza de los capitalistas, como derrota definitiva del capitalismo y el pensamiento único, hegemónico, dominante, heterogeneizante. Será el principio, pues, de las historias, los cuentos, las utopías, las emancipaciones, las libertades…

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