Líneas y formas para llevar

Si te gusta algo de aquí, puedes usarlo libremente, siempre que no seas una empresa capitalista, alguien que explota la fuerza de trabajo ajena, un represor o un transa que quiere adjudicarse estas líneas callejeras... *

José Kaff

martes, 10 de noviembre de 2009

No traemos miedo

Cómo se le explica a un asaltante bonaerense que en estos días los mexicanos ya no creemos en nada; que en ese país a los policías los han tenido de disfrazar como máquinas de película; que hace tres años televisaron horas enteras las caras sangrantes, las pieles moradas, los rostros heridos de Atenco, que a Oaxaca la asediaron con barcos y aviones de la marina, que en Acteal nos mostraron uno de los rostros más horribles de la violencia de Estado...

        Esta tarde, cuando el aire de otoño por fin se decidió a acompañar con nubes semi teñidas a las hojas que ya hace días abandonaron sus árboles, cuando las señoras de sociedad recomiendan no alojar mexicanos en casa y los políticos aprovechan la terapia de shock —que el poder transnacional infringe a través de los cerdos en México— para apelar a los nacionalismos, un joven, seguramente arrojado a la calle por los camisas pardas de Macri, se acerca aparentemente ofreciendo una revista que el anterior gobierno citadino (PJ) creó para paliar un poco el hambre de los sincasa, quienes solían venderla para ganarse unas monedas. Dice algo parecido a que le demos una ayuda para que deje de vivir en la calle. “No tenemos dinero”, decimos con tono de mentira. Luego pregunta de dónde somos, y fatalmente cae en la tentación del tema de moda, el orden del discurso dominante: “¿Vinieron huyendo de la epidemia esa.?” Trata de aprovechar la broma para espantarnos. Bajito dice que en la cintura tiene un arma y no quiere lastimarnos. El desenlace es confuso y cada uno tiene sus conclusiones, cada quien (Ela, el tipo y yo) recuerda de manera distinta lo que pasó después; es decir, cada cabeza registró y privilegió distintos detalles, que juntos armaron historias diversas, dando sentidos diferentes al final de este altercado. Ela ya estaba casi sobre la calle cuando decidimos irnos de ahí.
        Si nos hubiéramos quedado, si nos hubiese espantado la amenaza del arma en su cintura o del revólver en poder de su compañero, probablemente nada de esto pasaría por nuestras cabezas. Otro tipo de reflexión, nos ocuparía.
        El problema, debe pensar el desdichado, es que no tengo un arma. La ventaja, piensa Ela, es que es tan distraída. La desdicha, pienso, es que ya no traemos miedo a las cosas comunes; tanto han gastado en espantarnos, que ahora apenas tememos al terror.  

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* Por supuesto, el nombre de este blog está tomado de la famosa obra que Antonio Gramsci escribiera desde una cárcel milanesa hace exactamente ochenta años, y que desde los años setenta ha sido publicada como “Los cuadernos de la cárcel”. Poco se parece la situación italiana del fascismo de los treinta a la del México del bicentenario. Aunque poco no quiere decir nada. Las semejanzas entre Benito y Felipito (por supuesto que no hablo de Don Gato y Mafalda) las encontrará el lector por su cuenta.

Con todo, las líneas que se comparten en este blog fueron realizadas desde la calle y no desde una cárcel. Aunque, efectivamente, pisaron primero algún cuaderno. ¿En libertad? Bueno, la respuesta es relativa y da para más preguntas que afirmaciones: ¿Puede hablarse de libertad en la actualidad, cuando somos vigilados por cámaras “de seguridad” en las tiendas de autoservicio, en el metro, en las calles, en las escuelas y oficinas…; cuando el pensamiento dominante prescribe desconfiar, vigilar, acusar al semejante; cuando los medios de comunicación nos machacan todo el día con el terror y la enajenación; puede hablarse de libertad, en fin, en el capitalismo?

Más de uno ha señalado ya que la democracia liberal lo que vino a legitimar fue precisamente la libertad acotada al dinero. Mientras en el feudalismo el esclavismo y la desigualdad eran legales, en el capitalismo son legítimos con base en el poder económico.

Sin embargo, siempre quedan resquicios para la emancipación. Los cuadernos de la calle pretenden únicamente contribuir con una uñita, como dicen los zapatistas, para rasgar una línea, una forma, en el muro que divide a los de arriba y a los de abajo, en el paredón al que suelen ser condenados aquellos que una y mil veces se rebelan en la historia; ese Muro que un día caerá no como “fin de la Historia” y supuesto triunfo final del capitalismo, sino sobre la cabeza de los capitalistas, como derrota definitiva del capitalismo y el pensamiento único, hegemónico, dominante, heterogeneizante. Será el principio, pues, de las historias, los cuentos, las utopías, las emancipaciones, las libertades…

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