Líneas y formas para llevar

Si te gusta algo de aquí, puedes usarlo libremente, siempre que no seas una empresa capitalista, alguien que explota la fuerza de trabajo ajena, un represor o un transa que quiere adjudicarse estas líneas callejeras... *

José Kaff

martes, 20 de octubre de 2009

Es una noche extraña

Es una noche extraña. Vengo de la cocina. Sobre la mesa hay un reguero de bichos rojizos, con las patas tiesas y la mirada fija en sus minúsculos ojitos. Entre todos apuntando a cada rincón del universo. Está oscuro afuera, pero muchos ruidos decoran la noche. Me asomo a la ventana, moviendo apenas un poco la cortina. Apenas distinguible, un sujeto con casco negro que refleja la lámpara de la plaza se mueve lento para sacar un objeto de la caja de su vehículo. Parece mirarme. Me escondo. Regreso la mirada sobre la mesa. Detrás están dos niños, uno lleva un disfraz de fantasma, la otra un extraño gorro morado y una capa roja. Revuelven los bichos, los escogen y se llevan uno que otro a la boca, sin decir palabra.

    Tomo un sorbo del mate. Me sabe extraño. Arriba de las escaleras hay una ausencia que se hace presente. Baja. Se mueve por la sala, se sienta y toma un libro al mismo tiempo; barre y baila; levanta objetos del suelo mientras se quita el impermeable mojado. Sus ojos brillan felices debajo del casco y sus manos tiemblan al ir colocando el chaleco reflejante sobre la bici. Alguien martillea.
    Los niños algo hablan, se abrazan. Siguen comiendo. Afuera se escucha la puerta de la calle al cerrarse. Una moto. Un quejido de la sartén me hace volver a la cocina. Unos minutos después vuelvo con la cena y un pedacito de chocolate. Levanto puñitos de bichos. Quedan patas sueltas, que levanto con dificultad. Pongo todo sobre los platos.
Alguien martillea. La presencia vuelve. Desde atrás me besa el cuello y con una mano me toca la cintura. Volteo y se ha ido. Miro al refrigerador y encuentro un calendario con sólo dos días tachados. Al final de la semana, el dibujo infantil de una cara y al lado un corazón. Aparece una mujer, hermosa; alguien que recuerdo. Mi cuerpo se llena de sensaciones; me excito. La presencia se desvanece. La luz brilla un poco más. Ilumina a los niños. Han terminado de cenar. Les doy un pedacito del chocolate.
   Es una noche extraña. El mate no sabe bien. Mis ojos se entrecierran. El niño aparece. Lo reconozco, es mi hijo. Dice: “papá, qué es lo que me diste, sabe a mole… no sabe a mi chocolate laxante”. Vuelvo a la realidad, pero me siento extraño. El martillo cesó. La presencia se aleja, se hace cada vez más ausente. El vacío crece en mis entrañas. El mate me las revuelve. Mis hijos no dejan de mirarme. El sonido de un teléfono me despierta por completo. “Le llamo de Pizzas Panza, favor de confirmar su dirección; el repartidor dice que ha estado tocando y nadie contesta, a pesar de que se ve luz en la ventana”. Me disculpo, confirmo y cuelgo. Vuelvo por un sorbo de mate. Tiene un color extraño, sabe mal. Escupo. Los niños siguen mirándome. Te extraño.

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* Por supuesto, el nombre de este blog está tomado de la famosa obra que Antonio Gramsci escribiera desde una cárcel milanesa hace exactamente ochenta años, y que desde los años setenta ha sido publicada como “Los cuadernos de la cárcel”. Poco se parece la situación italiana del fascismo de los treinta a la del México del bicentenario. Aunque poco no quiere decir nada. Las semejanzas entre Benito y Felipito (por supuesto que no hablo de Don Gato y Mafalda) las encontrará el lector por su cuenta.

Con todo, las líneas que se comparten en este blog fueron realizadas desde la calle y no desde una cárcel. Aunque, efectivamente, pisaron primero algún cuaderno. ¿En libertad? Bueno, la respuesta es relativa y da para más preguntas que afirmaciones: ¿Puede hablarse de libertad en la actualidad, cuando somos vigilados por cámaras “de seguridad” en las tiendas de autoservicio, en el metro, en las calles, en las escuelas y oficinas…; cuando el pensamiento dominante prescribe desconfiar, vigilar, acusar al semejante; cuando los medios de comunicación nos machacan todo el día con el terror y la enajenación; puede hablarse de libertad, en fin, en el capitalismo?

Más de uno ha señalado ya que la democracia liberal lo que vino a legitimar fue precisamente la libertad acotada al dinero. Mientras en el feudalismo el esclavismo y la desigualdad eran legales, en el capitalismo son legítimos con base en el poder económico.

Sin embargo, siempre quedan resquicios para la emancipación. Los cuadernos de la calle pretenden únicamente contribuir con una uñita, como dicen los zapatistas, para rasgar una línea, una forma, en el muro que divide a los de arriba y a los de abajo, en el paredón al que suelen ser condenados aquellos que una y mil veces se rebelan en la historia; ese Muro que un día caerá no como “fin de la Historia” y supuesto triunfo final del capitalismo, sino sobre la cabeza de los capitalistas, como derrota definitiva del capitalismo y el pensamiento único, hegemónico, dominante, heterogeneizante. Será el principio, pues, de las historias, los cuentos, las utopías, las emancipaciones, las libertades…

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