Líneas y formas para llevar

Si te gusta algo de aquí, puedes usarlo libremente, siempre que no seas una empresa capitalista, alguien que explota la fuerza de trabajo ajena, un represor o un transa que quiere adjudicarse estas líneas callejeras... *

José Kaff

lunes, 12 de octubre de 2009

Mala tarde

— Parada, por favor.
—¿Qué?, cómo ¡parada!, si acabás de subir, qué te pensás?
— Aquí bajo, pará, por favor.
—Pero…
—Pare, pare, no siga avanzando.
— Aquí no puedo parar, más adelante, si querés, pero me voy y perdés tu pasaje, ¿eh?
— Sí, sí, pare.
— Está bien, pero vos estás loco. Acabás de subir, pagaste 15 mangos para ir a Jujuy y te bajas a cuatro cuadras de la terminal. ¿ Estás bien, loco? ¿tenés un mal presentimiento,, te da miedo salir a la ruta, tienes que hacer caca?…
—Abrime ya y dejame bajar…
Luis salió disparado del camión. Corrió dos cuadras de regreso, hacia donde se veía venir el humo, detrás de unas rejas blancas. Con la prisa, las cosas se le venían cayendo. Una pluma se salió tres veces de las distintas bolsas en las que la puso cada vez que la levantaba. A la cuarta vez, ni cuenta se dio. Iba tan apurado que su cuerpo lo malinterpretó y tuvo ganas de orinar. Tantas, que decidió parar a unos metros de la reja, para deshacerse de un poco de prisa. Continuó la carrera cerrándose el pantalón, acto en el que dejó caer el boleto del camión, que por lo demás ya no le servía de nada. Dio vuelta en la esquina y ahí estaban. Eran unos cinco hombres alrededor de una gran fogata, más algunos que se hallaban dispersos.
—¿Van a hacer un corte?, preguntó.
— ¿Corte… de qué?
— Un corte, corte de ruta, insistió Luis agitado, qué demandan…
— ¿Quién?
— Ustedes.
— ¿Yo?
—Ustedes.
— Yo estoy aquí, esperando a ése, dijo uno señalando al tipo que venía por la mitad de la calle con dos bolsas blancas, al parecer con comida, y volteando alrededor, como tratando de entender a quién se refería Luis con “ustedes”.
Luis buscó entre los demás rostros, en busca de algún par de ojos con los cuales cruzar su mirada, pero todos ellos estaban ausentes, o más bien esquivos. Los hombres más cercanos empezaron a moverse, sigilosos, y pronto habían abandonado el fuego. Todos, excepto un viejo.
—¿Un corte?, preguntó el viejo, Ja. Aquí no se ha visto uno desde que se dividió la CCC. Si querés va ahí a la esquina, ahí está un local todo cubierto con carteles, es que estamos en elecciones, y pregunta por Luis, es el hijo del candidato oficialista. Él puede contarte cómo se salieron ellos, su familia, de la organización, luego del asesinato del pibe. Ahora están para diputados y nadie se acuerda del hermanito. Ahí quedó el pendejo, tiradito sobre las líneas que había pintado el municipio, recién. A los que lo golpearon luego se los vio de patovicas en el boliche del intendente. Bueno, eso dicen, que es suyo el negocio y que trafica con minitas bolivianas, pero ve a saber.
— Así que no era un piquete, dijo Luis decepcionado. ¡Pero qué pelotudo! Me bajé del micro, perdí los 15 mangos, quedé como un boludo de mierda con el chofer y con el changuito que estaba ahí mirando, voy a perder la entrevista de la tarde… y luego que el boludo que entrevisté recién es un jodido de mierda, la concha que lo parió, no respondió a una sola pregunta y se hizo el pelotudo dos horas, contándome de las macanas del pueblo. ¡Qué cagada me mandé! Mil veces le dije que me importaba un cuerno si estaban produciendo orgánico en la finca esa que se tienen tomada. Que me dijera si van a cortar la ruta, si llevan palos y piedras, armas, que no me cuente que quieren reforestar y mandar a la mierda la soja transgénica, los desmontes y la minería. La única minería que me interesa es en la que se cazan minas; como en el boli ese que me cuenta. ¿Abren muy tarde? ¿Desde qué hora hay servicio?… Pero, ¿Y ahora qué escribo? Si no tengo algo interesante para esta noche, me echan del periódico… De qué escribo, de qué. En este pueblo de miércoles no pasa nada, de qué escribo…

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* Por supuesto, el nombre de este blog está tomado de la famosa obra que Antonio Gramsci escribiera desde una cárcel milanesa hace exactamente ochenta años, y que desde los años setenta ha sido publicada como “Los cuadernos de la cárcel”. Poco se parece la situación italiana del fascismo de los treinta a la del México del bicentenario. Aunque poco no quiere decir nada. Las semejanzas entre Benito y Felipito (por supuesto que no hablo de Don Gato y Mafalda) las encontrará el lector por su cuenta.

Con todo, las líneas que se comparten en este blog fueron realizadas desde la calle y no desde una cárcel. Aunque, efectivamente, pisaron primero algún cuaderno. ¿En libertad? Bueno, la respuesta es relativa y da para más preguntas que afirmaciones: ¿Puede hablarse de libertad en la actualidad, cuando somos vigilados por cámaras “de seguridad” en las tiendas de autoservicio, en el metro, en las calles, en las escuelas y oficinas…; cuando el pensamiento dominante prescribe desconfiar, vigilar, acusar al semejante; cuando los medios de comunicación nos machacan todo el día con el terror y la enajenación; puede hablarse de libertad, en fin, en el capitalismo?

Más de uno ha señalado ya que la democracia liberal lo que vino a legitimar fue precisamente la libertad acotada al dinero. Mientras en el feudalismo el esclavismo y la desigualdad eran legales, en el capitalismo son legítimos con base en el poder económico.

Sin embargo, siempre quedan resquicios para la emancipación. Los cuadernos de la calle pretenden únicamente contribuir con una uñita, como dicen los zapatistas, para rasgar una línea, una forma, en el muro que divide a los de arriba y a los de abajo, en el paredón al que suelen ser condenados aquellos que una y mil veces se rebelan en la historia; ese Muro que un día caerá no como “fin de la Historia” y supuesto triunfo final del capitalismo, sino sobre la cabeza de los capitalistas, como derrota definitiva del capitalismo y el pensamiento único, hegemónico, dominante, heterogeneizante. Será el principio, pues, de las historias, los cuentos, las utopías, las emancipaciones, las libertades…

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