Líneas y formas para llevar

Si te gusta algo de aquí, puedes usarlo libremente, siempre que no seas una empresa capitalista, alguien que explota la fuerza de trabajo ajena, un represor o un transa que quiere adjudicarse estas líneas callejeras... *

José Kaff

martes, 16 de febrero de 2010

La búsqueda


José se levantó una vez más. La cafetera dejó de sonar, señal de que el café se había quemado. Otra vez, carajo. Apagó la lumbre y regresó a la computadora. ¡Esta mierda, odio que Facebook me regrese siempre al pinche Muro! Movió el mouse, apretó una tecla y salió de nuevo hacia la cocina. Movió la cafetera y puso en su lugar un posillo con agua de la llave. Igual hierve, a mí me gusta caliente. Esta vez con mucha paciencia, tomó el mate, le dio un par de nalgadas y se ayudó con la pipeta para terminar de sacar a hierba vieja. Puso nueva, que sacó de un envase plástico tubular y metió la pipeta de nuevo, esta vez colocándola en el fondo del mate, abajo y a la izquierda. Colocó el mate a un lado de la estufa y no volvería por él sin antes dar dos o tres vueltas para ver el estado del agua. Mientras aprovechó para dar instrucciones a la computadora.
            Pero cómo podría llamarse, sería que tampoco le gustan estas cosas. Sería una verdadera antisocial, si no baila ni usa las redes virtuales; por eso estaba sola. Sí, se dijo, no podía ser de otra forma. Pero, esa mirada. No era de una que prefiere mirar cruda y críticamente a toda la gente, que asiste a una fiesta sólo para confirmar que nada tiene que hacer ahí. Y en todo caso, una persona así seguramente sería asidua de las redes sociales virtuales. Estoy seguro de que le gusté. Pero tampoco era que José tuviera tal poder de atracción. En realidad era una excepción que alguien lo mirara así en una fiesta, que hiciera lo posible por pararse cerca, sola y lista para ser abordada. Por lo tanto, tampoco tenía muchos recursos verbales, y esa radical coherencia que lo caracterizaba le impedía andar con historias o presunciones.
            Sirvió un poco de agua, acomodó la hierba con la pipeta, un poco más de agua y sin reservas dio un primer trago, largo, lento. Tenía que empezar con A. De hecho había escuchado que la llamaban Ale, pero no era esa tal Alexandra, ni ninguna de las Alejandras que aparecían arriba. El primer paso había sido tan fácil… Encontrar a la amiga no le había causado mucho problema. Serían grandes amigas en la vida real, así que… Esta también es la vida real. Uno puede tener un millón de “amigos”, “contactos”, en una red virtual, pero los verdaderos amigos, a los que uno frecuenta, con los que tiene relaciones cara a cara, esos deben estar entre los “amigos virtuales”, casi siempre con sólo media cara en su foto de perfil, en una pose extraña, sexy, en su mejor ángulo, caricaturizada, y muchos de plano ponen a su mascota o a su ídolo. Casi siempre da igual. Pero esta vez sería importante que la pudiera reconocer.
            Tenía listo el mensaje que pondría después de enviar la “solicitud de amistad”: No sé bailar, ni me gusta. No sé bailar era una de las pocas frases que había escuchado de aquella mujer ciertamente flaca, pero muy atractiva. Muy guapa. En realidad era el sueño de cualquier antisocial como él. Alguien que no quisiera presentarle a su familia, que no quisiera llevarlo a las fiestas de todos sus amigos, introducirlo en su círculo de amistades. Él es José, dice que adoptó el nombre por una novela de Kafka, diría presumiendo una cierta cultura que en todo caso le pertenecía a José y no a ella. Pero no, ésta no parecía de ese tipo. Le gustaba el rock, eso es seguro. Claro, debía estar poco actualizada. Y bueno, en realidad no hay mucho que escuchar en años recientes…
           Dio otro sorbo y miró a la computadora. Dejó un poco esta página, para leer de nuevo que en La Jornada no hablan más que del Peje y el PRD. Estoy hasta la madre de éstos. Volvió a la ventana de Facebook. Tenía un mensaje. Miró. Quién carajos es Alixóchitl Ka.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

* Por supuesto, el nombre de este blog está tomado de la famosa obra que Antonio Gramsci escribiera desde una cárcel milanesa hace exactamente ochenta años, y que desde los años setenta ha sido publicada como “Los cuadernos de la cárcel”. Poco se parece la situación italiana del fascismo de los treinta a la del México del bicentenario. Aunque poco no quiere decir nada. Las semejanzas entre Benito y Felipito (por supuesto que no hablo de Don Gato y Mafalda) las encontrará el lector por su cuenta.

Con todo, las líneas que se comparten en este blog fueron realizadas desde la calle y no desde una cárcel. Aunque, efectivamente, pisaron primero algún cuaderno. ¿En libertad? Bueno, la respuesta es relativa y da para más preguntas que afirmaciones: ¿Puede hablarse de libertad en la actualidad, cuando somos vigilados por cámaras “de seguridad” en las tiendas de autoservicio, en el metro, en las calles, en las escuelas y oficinas…; cuando el pensamiento dominante prescribe desconfiar, vigilar, acusar al semejante; cuando los medios de comunicación nos machacan todo el día con el terror y la enajenación; puede hablarse de libertad, en fin, en el capitalismo?

Más de uno ha señalado ya que la democracia liberal lo que vino a legitimar fue precisamente la libertad acotada al dinero. Mientras en el feudalismo el esclavismo y la desigualdad eran legales, en el capitalismo son legítimos con base en el poder económico.

Sin embargo, siempre quedan resquicios para la emancipación. Los cuadernos de la calle pretenden únicamente contribuir con una uñita, como dicen los zapatistas, para rasgar una línea, una forma, en el muro que divide a los de arriba y a los de abajo, en el paredón al que suelen ser condenados aquellos que una y mil veces se rebelan en la historia; ese Muro que un día caerá no como “fin de la Historia” y supuesto triunfo final del capitalismo, sino sobre la cabeza de los capitalistas, como derrota definitiva del capitalismo y el pensamiento único, hegemónico, dominante, heterogeneizante. Será el principio, pues, de las historias, los cuentos, las utopías, las emancipaciones, las libertades…

Seguidores

Datos personales